El Tarot es un oráculo. Es decir: puede ser usado para conocer la ventura. Sin embargo, este grupo de cartas no nos dice que el Destino esté escrito, sino que a veces se nos concede la capacidad de escribirlo mientras lo vivimos. Con cada acción y decisión, creamos un curso de acción, un camino, un lugar al que llegaremos. Si no deseamos ese futuro, debemos corregir lo que estamos haciendo. Esa es la filosofía que refleja el Arcano Mayor número 10:
La Rueda de la Fortuna.
La representación de esta carta no ha cambiado desde los tiempos del primer mazo de Tarot (Marsella, siglo XV): dos personajes se encuentran atados a la rueda de un molino. Con el paso del agua en el río, la rueda se mueve, y a veces uno queda en el aire, y a veces el otro queda sumergido.
El río son nuestras acciones, y los personajes que se sumergen o gozan del aire son los aspectos de nuestra alma: el bien y el mal.
¿Qué significa esta carta? Con las acciones, con los hechos, permitimos que el bien prevalezca o que el mal se imponga. Esa es nuestra responsabilidad. Lo que cuenta es lo que hacemos: si somos capaces de sacar a la superficie lo mejor o lo peor de nosotros.
En algunas ocasiones, La Rueda de la Fortuna se representa con una esfinge sobre de ella. Este ser mitológico que devora a quien no puede responder a sus enigmas, está ahí para recordarnos lo difícil que es diferenciar las acciones buenas de las malas. La vida es un enigma, pero el río debe correr… No hay otra manera de aprender a vivir.
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